02.04.2011  |  Río Grande  |  

2 DE ABRIL DE 1982: “Un manotazo de ahogado”, por Alberto Dearriba*

287La historia tiende a sealar al desembarco del 2 de abril de tropas argentinas en las Islas Malvinas, como el principio del fin de la ltima dictadura militar. Pero la cada del rgimen se haba preanunciado dos das antes, con la multitudinaria manifestacin convocada por la CGT y reprimida violentamente por la Polica Federal en el centro de la Ciudad de Buenos Aires.

Las crnicas de la poca dan cuenta de al menos un muerto y dos mil detenidos, pero el saldo de aquella jornada de lucha en demanda del levantamiento del estado de sitio, fue la sensacin de que el movimiento obrero estaba vivo y luchaba por el fin de la dictadura.

Aquel histrico da demostr tambin el apoyo popular de la poblacin en general a los manifestantes, con episodios tales como que algunas seoras arrojaron macetas desde los balcones a las fuerzas de la represin.

El miedo haba sido vencido y se iniciaba una contraofensiva popular, fundada en el repudio a la represin y en el estruendoso fracaso de una poltica que haba sextuplicado la deuda externa, desindustrializado el pas, reducido el salario real, aumentando la desocupacin y extranjerizado la economa.

Cuando se conoci la noticia del desembarco en Malvinas, una multitud llen la Plaza de Mayo en la que Leopoldo Fortunato Galtieri se dio el lujo de hablar desde el histrico balcn.

Pero muchos otros argentinos sospecharon que esos militares que haban beneficiado a los capitales extranjeros en desmedro de la burguesa nacional y que haban deprimido la produccin nacional con importaciones provenientes de pases centrales, difcilmente hubieran actuado con un sentimiento anticolonial al desembarcar en Puerto Argentino.

Al observar el decidido apoyo de los Estados Unidos a su histrica aliada, Gran Bretaa, Galtieri -que se consideraba "un nio mimado" de los norteamericanos- se manifest sorprendido. Los militares argentinos creyeron que el gigante del norte apoyara la recuperacin de las islas en retribucin a los servicios prestados en todo el subcontinente en la represin de la guerrilla. El canciller de la dictadura, Nicanor Costa Mndez, lo expres claramente: "Estados Unidos nos traicion", dijo.

En realidad, los norteamericanos no hicieron ms que apoyar a su histrico aliado. No puede ser traidor aquel que nunca fue realmente un amigo. Slo haban usado a los militares argentinos como gurkas en el marco de la Doctrina de Seguridad Nacional, que sostena algo as como que en Amrica latina se libraba la tercera guerra mundial, esta vez en contra del marxismo. Pero cuando la dictadura enfrent intereses de otro pas central, los norteamericanos eligieron a sus viejos aliados que vinieron a recuperar el pedazo de tierra que ocupan ilegtimamente.

Es obvio que la cpula militar no decidi el desembarco en los dos das que van del 30 de marzo al 2 de abril, de 1982. La manifestacin de la central obrera tampoco fue decidida en pocos das, sino que fue el producto de una reorganizacin del movimiento popular y de la consolidacin de un extendido consenso de hartazgo hacia la dictadura. Pero el elevado rechazo expresado el 30 de marzo, fue percibido antes por los dictadores que decidieron desembarcar en Puerto Argentino, montados en un legtimo sentimiento que los argentinos cultivan desde la escuela primaria.

El objetivo era obtener legitimidad y sustento frente al descontento, pero para ello embarcaron al pas en una guerra absurda y demostraron que slo haban sido valientes frente a jvenes apasionados pero inexpertos, embarazadas y familias enteras desarmadas. Algunos clebres represores se rindieron sin disparar un tiro.

Mal entrenadas, mal armadas, mal vestidas y mal conducidas, las tropas argentinas tuvieron 649 bajas, el triple que los britnicos. Margaret Thatcher fue reelecta en 1983 y los militares argentinos volvieron a sus cuarteles el mismo ao.

Al conocerse la rendicin, la dictadura volvi a reprimir a su pueblo en Plaza de Mayo y alrededores, donde anida realmente el sentimiento aniimperialista. El intento de utilizar el orgullo nacional como lo haban hecho en 1978 con el campeonato mundial de ftbol, se convirti en la tumba de la dictadura. Pero la condena popular se haba consolidado mucho antes.

* Dearriba, fue secretario general de los diarios El Cronista Comercial (hoy El Cronista) y de La Voz. Fue, adems, secretario de Redaccin de Pgina 12, cuyo ncleo fundador integr. Se destac en su cobertura en el Congreso de la Nacin. Es autor de varios libros, entre ellos "El golpe" (Sudamericana), una crnica del 24 de marzo de 1976.

Fuente. Telam.com.ar

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