La sociedad debe ser consciente de que es el mismo clima de crispaci�n existente en su seno el que se traslada a los j�venes

Dos investigaciones emprendidas por distintos organismos confirman una realidad ingrata y conocida que padece la instituci�n escolar: la presencia de formas diversas de violencia que afectan cada vez m�s tanto a los alumnos como a los docentes.

Uno de los trabajos mencionados es el II Estudio Regional Comparativo y Explicativo (Serce) de la Unesco; el otro corresponde a una entidad gremial, la Uni�n de Docentes Argentinos (UDA).

El primero de esos estudios es el fruto de una minuciosa exploraci�n llevada a cabo entre los a�os 2005 y 2009, en poco menos de 3000 escuelas de 16 pa�ses latinoamericanos, donde se recogi� el testimonio de 91.233 alumnos de sexto grado del nivel primario.

La conclusi�n b�sica es que la violencia es un problema severo y generalizado, con porcentajes algo m�s altos en nuestro pa�s, tanto en violencia verbal (m�s del 30%) como f�sica (23,5%). Seg�n el segundo estudio al que respondieron docentes, el 70 por ciento de ellos est� muy preocupado por el incremento de actos de violencia en el medio escolar, el 48 por ciento se ha sentido desprotegido al producirse esas situaciones en el aula y el 36% ha llegado a temer por su integridad f�sica.

Se ha dicho a menudo que la violencia es tan antigua como la sociedad humana. Ante ella, el avance de la civilizaci�n ha permitido crear las condiciones para que el empleo de la violencia se torne injusto, ya que constituye una violaci�n de los derechos humanos. En ese sentido los progresos de las formas de organizaci�n de la democracia en la vida pol�tica han sido decisivos para reducir las causas que provocan violencia, puesto que si hay un derecho legalmente establecido para peticionar, formular un reclamo o defender un logro, la violencia no se justifica y se convierte en uso ilegal de la fuerza.

Llevar problemas inquietantes que se observan en la escuela al plano amplio de la sociedad de un pa�s o de una regi�n se justifica porque la escuela es precisamente la formadora del ciudadano y es all� donde la minoridad debe aprender a ejercer y defender sus derechos sin agresiones, bajo la conducci�n del docente.

En el hecho de la vigencia constante de la violencia en el comportamiento infantil existe una ra�z biol�gica, como puede ser el hambre; otra competitiva, originada en el af�n de ganar un reconocimiento o posici�n dominante, o bien se trata de un medio ejercido para defender un logro o demostrar algo inculcado como valor cultural, por ejemplo, actos de machismo, de protecci�n del honor o la decencia.

Tambi�n puede verse en los actos violentos una respuesta desesperada a la ansiedad, la angustia o la verg�enza. Hay una realidad que no puede omitirse tampoco: tanto la crisis de autoridad de los docentes, que act�an muchas veces con temor ante sus alumnos, como la pasiva actitud de los padres s�lo preparan el terreno para este fen�meno en constante avance. La reiteraci�n de los episodios de violencia escolar mantienen viva la preocupaci�n de la comunidad escolar y, por ello, maestros y profesores reclaman de las autoridades acciones efectivas para poner l�mites a los agresores, ya que se sienten impotentes la mayor�a de las veces para encontrar por s� mismos la soluci�n.

Por ello, esta reflexi�n a prop�sito de una cuesti�n cuyo origen puede ser diverso y que maestros y profesores deber�an afrontar con los recursos espec�ficos de una preparaci�n previa requiere ser apoyada por las familias y por autoridades que finalmente tomen la deseable conciencia de que en un clima social de crispaci�n y confrontaci�n permanentes, lejos de disuadir los actos de violencia, se los est� promoviendo y alentando.

Fuente: lanacion.com.ar